Hace un par de años un profesor venezolano, Angelo Cianculli (con quien tuve ciertas diferencias, pero a quien llegué a apreciar), nos hizo leer este artículo. Hoy lo presento aquí porque me llena de profunda tristeza la caricaturización que Hugo Chávez está haciendo de la figura de Simón Bolivar. Quizás el sueño bolivariano sea hoy sólo eso, en lo personal creo que sería algo genial y "útil" (para aquellos utilitaristas), la cuestión es que el sueño bolivariano nada tiene que ver con la implantación de gobiernos populistas en América Latina bajo el amparo de Chávez, grosso modo de eso va este artículo que hoy reencontré en Lanacion.com, aunque creo que se publicó en otros muchos lugares.
Bolivar quería otra cosa.
Tomás Eloy Martínez
Quién sabe ya cuántas veces se ha hablado de la unidad de las naciones sudamericanas –y aun de toda América latina–, sin que se llegue a parte alguna. El proyecto de establecer una Comunidad –lanzado en Cuzco, Perú, la segunda semana de diciembre– parece, de lejos, el más serio, aunque hayan faltado a la reunión inicial cuatro presidentes del conjunto de doce países que integran el área.
Tanto Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil, como Hugo Chávez, de Venezuela, invocaron con insistencia el sueño bolivariano de unidad. En Chávez no es novedoso: el legado de Simón Bolívar es hasta tal punto su obsesión que en otros tiempos solía dejar libres los asientos que estaban a su derecha para que allí se instalara el espíritu del libertador venezolano. En Lula, la mención pareció sólo otro paso en su batalla por la supremacía dentro de la región.
Pocas veces los discursos políticos desentrañan qué quiso decir Bolívar cuando hablaba de unidad, en una época en que la geografía del hemisferio era todavía un magma y en que las naciones europeas sobrellevaban una historia de tantas enemistades que nadie podría haber vislumbrado siquiera la alianza que comparten ahora.
El reclamo de unión más explícito que hizo Bolívar es el que aparece en una proclama de 1818, dirigida
desde Angostura a los “habitantes del Río de la Plata”. En ella anuncia que cuando Venezuela “haya extinguido a los últimos tiranos que profanan su suelo, entonces os convidará a una sola sociedad, para que nuestra divisa sea Unidad en la América Meridional”. Pero la reflexión más extensa y matizada sobre el tema data de tres años antes, cuando escribió en Kingston uno de sus documentos célebres, la Carta de Jamaica , antes de emprender la fase decisiva de su campaña libertadora. Allí Bolívar profetiza que México oscilará entre una república representativa y una monarquía constitucional al principio y absoluta después, que los países situados entre Guatemala y el istmo de Panamá “formarán quizás una asociación”, y que la actual Colombia se unirá con Venezuela, con Maracaibo como capital. Pero su visión está llena de reservas.

Admite que la idea del vínculo único entre todas las naciones del Nuevo Mundo es “grandiosa” y hasta previsible, porque las enlazan “un origen, una lengua, unas costumbres y una religión”. Pero, a la vez, supone que la división es inevitable, porque hay “climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes”. En las últimas páginas de la carta da rienda suelta a sus sueños. “¡Qué bello sería...!”, exclama; o bien: “Ojalá que algún día tengamos la fortuna...”, pero a la vez remite la idea de unidad a una época remota y utópica, en la que el continente estaría ya “regenerado”. Cualquier “otra esperanza es infundada”, explica, equivocándose ahora: “Semejante a la del abate Saint Pierre, que concibió el laudable delirio de reunir un congreso europeo para decidir la suerte y los intereses de aquellas naciones”. Bolívar aspiraba a la unidad, entonces, pero la creía difícil, cuando no imposible. La independencia sería conquistada plenamente sólo después de la unión, dijo, “mas esta unión no vendrá por prodigios divinos, sino por esfuerzos sensibles”.
La meta que se propone la Comunidad Sudamericana de Naciones parte de una certeza de unidad, no de la duda bolivariana. Es posible que los presidentes hayan analizado en Cuzco, sin embargo, que no hay unidad sin estabilidad, y la región no es un modelo en ese sentido. A largo plazo –quince años, tal vez menos– deberían definirse las instituciones supranacionales –el Parlamento Sudamericano, para empezar–, y los caminos que se irán siguiendo hasta tener una moneda común, demoler las aduanas y permitir el libre tránsito y el derecho al trabajo de todos los habitantes en cualquier país del área. Si la Comunidad Europea sigue teniendo dolores de cabeza en varios de esos puntos, es posible imaginarse lo difícil que será salir adelante en este lado del mundo.
Por de pronto, hay muchos orgullos nacionales en juego. Lula querrá tener la voz cantante y ejercer el liderazgo del grupo, y Chávez se esforzará por hacerse notar en todas las ocasiones. El éxito del proyecto que por ahora es la Comunidad Sudamericana depende no sólo de lo que pase dentro de ella, sino también de las respuestas que recibirá desde afuera. La estabilidad institucional es un problema. La corrupción es otro no menos grave. Los Estados Unidos, que perdieron de vista a sus vecinos del Sur por interesarse demasiado en las reservas petroleras de Irak e Irán, de pronto parecen sorprendidos por esta inesperada salida de cauce. Un bloque sudamericano fuerte podría comerciar ventajosamente con Europa y con los gigantes asiáticos. ¿De qué puede servir la enorme fuerza militar de los Estados Unidos si su economía sigue debilitándose?
A pesar de que los gobiernos de centroizquierda, que ahora son mayoría en el subcontinente, se han abierto, sin excepción, hacia la libertad de mercado, a Washington le cuesta entender que esa libertad vaya de la mano del socialismo. Con el chileno Ricardo Lagos han entrado en razón, porque Lagos actúa con extrema inteligencia política, midiendo cada uno de sus pasos y acentuando la prosperidad que ha heredado. Pero todavía desconfían de Kirchner y de Lula, por no hablar de Hugo Chávez y de la incógnita llamada Tabaré Vázquez, que se parecen en muy poco.
Chávez ha violentado todas las reglas de la convivencia democrática al enardecerse contra los medios opositores, que son mayoría en Venezuela, impulsando la firma de una ley mordaza que prohíbe el ejercicio libre de la información.
Algunas empresas de televisión han anunciado que no están dispuestas a autocensurarse y que se expresarán como siempre. Todavía no ha sucedido el primer incidente, pero sucederá. En cambio, todos los pasos que dio Tabaré Vázquez aun desde antes de su triunfo indican que Uruguay se inclinará también por la libertad de mercado, pero que seguirá los pasos de Kirchner en el terreno de los derechos humanos y en la limpieza de la justicia.
Aparte de Chávez, por lo tanto, no hay señales de que en América del Sur renazca un populismo al viejo estilo. Los últimos vestigios demagógicos aparecieron durante los gobiernos del argentino Carlos Menem y del brasileño Fernando Collor de Melo, pero ambos aceptaban sin discusión la primacía de los Estados Unidos.
Por ahora, la Comunidad Sudamericana no es una amenaza para los países hegemónicos, porque la verdadera unión no se avizora en el horizonte. Dos políticas antagónicas han comenzado a esbozarse. Chávez, que está repartiendo en su país las caudalosas ganancias petroleras de los últimos años sin crear obras de infraestructura, insiste en que la distribución de la riqueza es el punto central del debate. Más cauto, Lula postula que se debe acentuar el crecimiento antes de soñar con el reparto.
Hace ciento noventa años, Simón Bolívar conjeturó que los pueblos de esta parte del mundo “se profesan un afecto fraternal recíproco” y que las divisiones nacen, en verdad, “de la ambición particular de algunos hombres”. Quizá los hechos no sean hoy distintos. La diferencia está en que, para Bolívar, la unidad era el paso último de un proceso de regeneración moral. Y para los creadores de la Comunidad Sudamericana la regeneración moral no figura todavía en la
lista de prioridades.
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1 comentario:
Encontré esta breve biografía que de Bolívar, Marx escribió. Aquí aparece una versión muy distinta de la vida y obra del prócer, a la que unánime corre por todo el Continente.
Me parece interesante, pues la escribe alguien serio.
Saludos
Link:
http://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/58-boliv.htm
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