Ayer fue un día histórico, feliz y triste, agridulce le decía a Marcos en medio de la algarabía.
Todo parecía ideal, conseguimos la dirección de un bar al que convergerían todos y todas las seguidoras de Obama, las encuestas venían mostrando una tendencia clara y los primeros resultados daban ya la idea de que se cumpliría lo que muchos deseábamos, otros no creían y a otros más les aterraba. Primero pedimos un Jack and Coke, porque a Gabriel le gusta mucho, porque es muy arkanseano (el Jack, que no Gabriel) y porque básicamente nos lo impuso, el Jack sirvió para sentirnos un poco más cómodos, en nuestros trajes entre la multitud visiblemente feliz y visiblemente más cómoda. Había de todo, predominaban la gente negra pero tampoco eran una aplastante mayoría como algunos pensarían. No, en realidad ayer volví a comprobar que Obama y su triunfo no es asunto de razas (la oposición a él si lo es), a Obama lo apoyaron de todas razas, de todas edades y de todos los estratos sociales, una vez más -debo insistir- no por él, sino por su mensaje, por su discurso fresco, renovado, (pos)moderno y cargado evidentemente a la izquierda.
Después vino aquella mulatota que nos sacó fotos y que nos intentó violar (bueno no tanto) y luego llegó la g ü e r i t a l i b a n o s i r i o e s p a ñ o f r a n c e s a m e t z t l i c a t l i n o t i h u i h u i, y pues la cosa parecía ponerse mejor. Pero con ella vinieron las malas noticias, se había muerto Mouriño, se cayó su avión, lo tiraron, se quedó sin gas, lo sabotearon, quien sabe, pero cayó casi sobre Palmas. No lo podíamos creer, Mouriño a pesar de todo era una muestra de frescura en la añeja política mexicana, en lo personal no compartía sus posiciones, ni sus modos de hacer política, pero me parecía respetable, quizás hasta honorable.
Pero más allá de la figura de Mouriño, lo preocupante eran para mi dos cosas: personalmente me preocupaba la gente que conozco y trabaja en esa zona, digamos mi padre o Yedana que suele pasar mucho por ahí. Pero en un sentido más general me impactó el saber que esas cosas ya están pasando en México, hemos ido escalando y se nos está saliendo todo de las manos (o al menos a Calderón), lo digo porque es evidente que lo de ayer fue un asesinato, un atentado o si fue un accidente pues se trata de un terrible accidente que jamás debió suceder. Si el gobierno está involucrado en una “guerra” contra el narco no es posible que el jet del segundo de abordo no tenga las más altas medidas técnicas de seguridad. Como sea que haya sido tanto en el caso del accidente como en el del atentado, la culpa es solamente del gobierno.
Las cosas se siguen deteriorando mucho en México, estamos llegando a niveles inimaginables y en muy poco tiempo. Por eso ayer fue un día agridulce, porque en medio de la enorme algarabía por el triunfo de Obama, no podía dejar de pensar en lo que sucede en México, en mi ciudad y tan cerca de los míos.
Disculpe muy querido lector, la cantidad de lugares comunes. Este post está escrito más con el sentimiento de ayer que con reflexión y análisis.
Todo parecía ideal, conseguimos la dirección de un bar al que convergerían todos y todas las seguidoras de Obama, las encuestas venían mostrando una tendencia clara y los primeros resultados daban ya la idea de que se cumpliría lo que muchos deseábamos, otros no creían y a otros más les aterraba. Primero pedimos un Jack and Coke, porque a Gabriel le gusta mucho, porque es muy arkanseano (el Jack, que no Gabriel) y porque básicamente nos lo impuso, el Jack sirvió para sentirnos un poco más cómodos, en nuestros trajes entre la multitud visiblemente feliz y visiblemente más cómoda. Había de todo, predominaban la gente negra pero tampoco eran una aplastante mayoría como algunos pensarían. No, en realidad ayer volví a comprobar que Obama y su triunfo no es asunto de razas (la oposición a él si lo es), a Obama lo apoyaron de todas razas, de todas edades y de todos los estratos sociales, una vez más -debo insistir- no por él, sino por su mensaje, por su discurso fresco, renovado, (pos)moderno y cargado evidentemente a la izquierda.
Después vino aquella mulatota que nos sacó fotos y que nos intentó violar (bueno no tanto) y luego llegó la g ü e r i t a l i b a n o s i r i o e s p a ñ o f r a n c e s a m e t z t l i c a t l i n o t i h u i h u i, y pues la cosa parecía ponerse mejor. Pero con ella vinieron las malas noticias, se había muerto Mouriño, se cayó su avión, lo tiraron, se quedó sin gas, lo sabotearon, quien sabe, pero cayó casi sobre Palmas. No lo podíamos creer, Mouriño a pesar de todo era una muestra de frescura en la añeja política mexicana, en lo personal no compartía sus posiciones, ni sus modos de hacer política, pero me parecía respetable, quizás hasta honorable.
Pero más allá de la figura de Mouriño, lo preocupante eran para mi dos cosas: personalmente me preocupaba la gente que conozco y trabaja en esa zona, digamos mi padre o Yedana que suele pasar mucho por ahí. Pero en un sentido más general me impactó el saber que esas cosas ya están pasando en México, hemos ido escalando y se nos está saliendo todo de las manos (o al menos a Calderón), lo digo porque es evidente que lo de ayer fue un asesinato, un atentado o si fue un accidente pues se trata de un terrible accidente que jamás debió suceder. Si el gobierno está involucrado en una “guerra” contra el narco no es posible que el jet del segundo de abordo no tenga las más altas medidas técnicas de seguridad. Como sea que haya sido tanto en el caso del accidente como en el del atentado, la culpa es solamente del gobierno.
Las cosas se siguen deteriorando mucho en México, estamos llegando a niveles inimaginables y en muy poco tiempo. Por eso ayer fue un día agridulce, porque en medio de la enorme algarabía por el triunfo de Obama, no podía dejar de pensar en lo que sucede en México, en mi ciudad y tan cerca de los míos.
Disculpe muy querido lector, la cantidad de lugares comunes. Este post está escrito más con el sentimiento de ayer que con reflexión y análisis.
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